¿Cuántas veces hemos recibido una respuesta tipo: “No quiero”, ya sea de manera textual o con otras palabras, explícita o implícitamente, percatándonos de ella en la ejecución o no de una instrucción emitida?
El querer o no querer hacer las cosas, está en el ámbito personal, así que no cambia por decreto de un tercero. Se puede obligar a alguien a hacer algo, incluso con medios coercitivos, sin embargo el deseo de querer hacer algo, definitivamente no cambia si uno mismo no lo permite. Obligar a las personas a realizar algo que no desean, a la larga no es eficaz y termina creando problemas.
Pero, ¿hay diferencia en el resultado al hacer algo que no quiero hacer y me siento obligado a realizar, en comparación con hacer algo que sí quiero hacer? La respuesta es lógica y esperada: SÍ. La diferencia puede ser abismal en algunos casos, y es obvio, ya que si realmente deseo hacer aquello que tengo que hacer, pues lo realizo con mayor calidad, cuido los detalles, me empeño y lo realizo con entusiasmo, apremio y diligencia, etc., a diferencia de si no lo quisiera hacer, el resultado probablemente sería el opuesto.
Entonces la clave está en que el hacer y el querer estén alineados. Para eso, veo dos caminos: hacer siempre lo que uno quiere hacer, o querer siempre lo que uno tiene que hacer, ahí está la “magia” del asunto.
En un escenario casi utópico, cada uno de nosotros haría lo que quisiera… no necesariamente del modo correcto, pero eso sí: con muchas ganas. Sin embargo, como no vivimos en un mundo donde eso sea posible, no siempre o muy pocas veces hacemos únicamente lo que el deseo y la voluntad individual nos dicta. En la ecuación sabemos que es necesario realizar lo que debemos hacer, lo que no siempre coincide con el querer hacerlo.
A quienes encuentran el equilibrio entre el querer y el deber, los solemos considerar “motivados”, ya que encuentran en su “quehacer” un medio de satisfacción personal. Así las cosas, en el caso de quienes están en conflicto entre ambas dimensiones, los podemos considerar “desmotivados”.
Entonces, ¿cómo hacer que las personas estén motivadas para realizar lo que tienen que hacer? Reconociendo que en términos laborales la motivación de los colaboradores es una responsabilidad compartida, esta es una pregunta con muchas posibles respuestas, unas hacen referencia a las características de las personas o puestos, otras hacen referencia al liderazgo, o a los sistemas de premios y castigos para despertar o mantener la motivación, etc.
Probablemente la respuesta sea un poco de todo y dependiendo de cada caso. Lo que sí, es que la “motivación” es un factor fundamental para que una persona lleve a cabo las funciones o responsabilidades que le corresponden en todos los ámbitos de la vida con el esmero, calidad, diligencia, entusiasmo y con sentido de trascendencia. Y no sólo en el ámbito laboral pues esto tiene un efecto positivo también en los planos personal y familiar.
Héctor Gómez Torres Osuna
Consultor Sr
Elhu consulting
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