Seamos francos, la vulnerabilidad no es un tema que atraiga de forma regular la atención de las mujeres y hombres de empresa. Una parte del imaginario colectivo acerca de la alta dirección empresarial suele considerar a los directores como racionales, implacables y de gran fortaleza. Sin embargo, tras los puestos se encuentra el factor humano con todas sus posibilidades y limitaciones.
Si hablamos de vulnerabilidad humana, ésta se presenta de forma paradójica, puesto que nuestra fragilidad no solamente muestra nuestros límites sino también nuestras posibilidades. Tan pronto descubrimos que un virus amenaza nuestro bienestar, comenzamos a desarrollar los medios para hacerle frente, desde el distanciamiento social hasta la creación de equipos de investigación internacionales en busca de una vacuna.
O bien, manifestamos un temor que no solamente nos alerta del mal a evitar, sino que resalta aquellos bienes que valoramos más. Los límites nos permiten tomar consciencia de nuestra consistencia y, casi siempre, nos llevan al encuentro con el otro.
La Dirección de Empresa parte de las personas y se dirige a las personas. Así, el quehacer directivo se nutre del conocimiento sobre el ser humano, principio y destino de la acción directiva. Recordaba Carlos Llano con su peculiar agudeza que «El director es un hombre, como todos los demás, no un monstruo de siete cabezas» y, como humano, se trata de un ser esencialmente vulnerable y dependiente.
Plantear el quehacer directivo desde la vulnerabilidad es hacerlo desde un sentido que busca humanizarlo más, así como dotarlo de mayor realismo. No solamente se trata de llegar a los resultados –sin los que no se concibe la acción directiva–, sino también de la forma en la que queremos llegar. La pandemia que atravesamos ha subrayado este punto, ya que nos ha mostrado la necesidad de desarrollar un liderazgo más humano.
Dirigir desde la vulnerabilidad es dirigir desde el reconocimiento de nuestra fragilidad y límites, así como desde la consciencia de la fragilidad y los límites de los demás. Se trata de dirigir con realismo y humanidad, reconociendo que «los individuos no funcionan [funcionamos] en aislamiento, sino que forman parte de una red que va tomando forma; decisiones tomadas por una persona en esta pandemia pueden impactar directamente la supervivencia de otra persona. Nuestra coexistencia es dependiente».
Tener plena consciencia de que la vulnerabilidad es un tema que se debe evaluar de forma unitaria, no solamente se trata del otro vulnerable, del otro que necesita de mí, sino que en todo momento yo puedo ser –soy, he sido–vulnerable y necesitado. Bien lo decía Joan Fontrodona, del IESE: «Ante esta pandemia, la solución se conjuga en plural».
Fuente:
Alejandro Salcedo
02 Diciembre 2020
https://www.istmo.mx/2020/12/02/dirigir-desde-la-vulnerabilidad/