La posición de director general de una empresa es anhelada, reconocida y bien recompensada. En apariencia su labor es sencilla y controlable; sin embargo el trabajo directivo, y en especial el trabajo del CEO, requiere esfuerzo, enfoque, recuperación, equilibrio emocional y sencillez para conseguir un crecimiento sostenido. Demanda poner a prueba los propios límites y debilidades pues, antes que su cargo, el director es persona, y como tal supera las adversidades y da unidad a los diferentes enfoques, voces e intereses. En pocas palabras, la tarea del CEO es compleja, exige liderazgo, comunicación y un objetivo claro para producir una empresa excelente.
La labor del director general es hoy un arte, un ejercicio de pensamiento, síntesis y acción por el bien del presente y el futuro de la empresa. El empresario –como artista– detecta, visualiza, integra, negocia, ejecuta, motiva; el empresario con sus habilidades naturales hace que una oportunidad sea realidad.
¿Cómo son hoy los artistas de la empresa? ¿Qué tienen en común directores como Jeff Bezos, Paul Polman o Jack Ma, que son portada de ciertos medios de comunicación? Todos han hecho de su labor, un arte, al desarrollar organizaciones con, al menos, tres características: innovación, magnanimidad y sentido de universalidad. Empresas que anteriormente eran obra de la ficción; lo inimaginable hoy es real. Han roto los principales paradigmas y son referentes de la empresa moderna.
DIRECTOR CON PROPÓSITO
El empresario actual es polifacético, enfrenta diversas realidades, sin embargo mantiene un enfoque de propósito. Trazar el enfoque o la trayectoria requiere espacios de reflexión, de pensamiento, de estudio de los problemas y de serena conclusión.
La muerte lenta de una empresa está, por un lado, en la pasividad que anquilosa la competitividad, y por otro, en el activismo que dispersa y confunde. Ser empresario exige polifacetismo, adaptabilidad, versatilidad y flexibilidad para enfrentar situaciones tan diversas en un mundo que demanda actuación inmediata, agilidad y carácter responsivo. El empresario polifacético enfrenta diversas realidades; todos los días atiende aspectos críticos de mercado, entorno, competitividad, relaciones y, de forma muy especial, de gestión de personas.
PERSONALIDAD DEL LÍDER
Así como el director de orquesta necesita en su agrupación a los mejores violinistas, flautistas, pianistas, etcétera. De igual forma el director de empresa necesita un equipo formado por los colaboradores más competentes. Ambos directores, para llegar a materializar su propósito, tienen el deber de crear un entorno para el desarrollo de cada miembro, en el que se potencien sus capacidades, pues el trabajo más relevante de la Alta Dirección es liderar personas.
Se lideran personas para el logro del proyecto, del propósito y de los resultados empresariales o «musicales». Bien decía Peter Drucker, que el trabajo directivo consiste, especialmente, en prepare people to perform.
El liderazgo es el efecto de la persona que lidera. Es un reconocimiento que brinda un mercado, un cliente, un usuario o un «espectador». No es propiamente un regalo, es consecuencia de actuar bien y de tu capacidad de incidir positivamente.
El liderazgo no es una afirmación vacía o inespecífica. La Real Academia Española lo define como un «ejercicio de las actividades del líder»1. Se gana y se recibe, tiene una dimensión objetiva –el trabajo bien hecho– y una dimensión subjetiva –la persona o el «espectador» que reconoce cualidades superiores en el director.
Construir un modelo de liderazgo toma tiempo, mantenerlo exige constancia y consistencia; destruirlo, en cambio, se da en caídas precipitantes. Cualquier fisura se convierte en fractura, y reconstruir credibilidad es, probablemente, uno de los aspectos más complejos en una empresa, en una orquesta y en el liderazgo personal. Un líder ‒y su acción– se fisuran cuando se dan cinco condiciones:
- Incongruencia
- Autoritarismo
- Aferramiento
- Encumbramiento
- Fragmentación
ARTISTA DE LA EMPRESA
En una entrevista al diario El País, el director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, Gustavo Dudamel afirmó: «técnicamente puedes conocerlo todo, pero si no inspiras al grupo no vas a hacer nada especial. Nadie quiere escuchar algo completamente limpio, perfecto, pero que no tenga ningún tipo de alma». Tales palabras muestran en esencia la misión del buen director (tanto de empresa como de orquesta): trazar su estrategia e impulsar al talento, enamorándolo de un objetivo común. Para ello se compromete, entusiasma, arriesga.
La labor del CEO no presenta reglas preestablecidas, al contrario, demanda un componente de creatividad y riesgo. Para gestionar en entornos contingentes, como los que vivimos en la actualidad, el director necesita perfeccionar su acción de decidir… ¿Y cómo lo logra? Decidiendo. Al igual que un director de orquesta desarrolla su instinto e intuición musical al prepararse para subir al podio y en última instancia, al dirigir obras diversas.
Una existencia llena de aventuras para desempeñar la maravillosa tarea de construir empresa y sociedad. Sin duda nadie ha dicho que el rol del CEO es sencillo; su vida es anhelada por muchos, valorada por algunos y desafiante para todos.
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